jueves, 16 de abril de 2020

La finca Torresella de El Rebolledo - "La Coronela"


Nunca estaré lo suficientemente agradecido, a aquella amiga de mi madre que despertó en mi el gusto por la lectura (gracias de nuevo Mari Morote!). Me suministraba en pequeñas dosis los libros de “Los cinco” de Enid Blyton, que yo esperaba ansioso y devoraba en pocas tardes. Después, salía a emular sus andanzas a lomos de mi indestructible Torrot, recorriendo los polvorientos caminos de El Rebolledo. Desgraciadamente las aventuras nunca iban más allá de unas costras con Mercromina en las rodillas.

Pasaron algunos años, las bicis de montaña jubilaron a las BMX, y en una de ellas solía salir a bichear armado con mi Canon 400D. Uno de esos días, mis correrías me llevaron por el Camino del Fardatxo; allí, cerca de la finca La Paloma, el camino cruzaba el cauce de una amplia rambla poblada de cañas y altos y delgados pinos. Un oxidado cartel, en el que se leía en grandes letras rojas “TORRESELLA” anunciaba que el lugar había sido reforestado por la Comunidad Europea con mediación del Ministerio de Agricultura. No podía imaginarme que El Rebolledo hubiera  despertado el interés de tan elevadas esferas, así que picado por la curiosidad me adentré en el cauce.
Cartel de la Finca a la entrada del Barranco, junto al Camino del Fardatxo.

Levanté la bici por encima de un cable de acero que dificultaba (no lo suficiente) el acceso al barranco a moteros y domingueros y empecé a adentrarme aguas arriba. Sin saberlo, estaba progresando por el Barranco del Infierno…

 …que nace en la Sierra de las Águilas, en la vecina  partida rural de la Alcoraya. Ahí recoge las aguas de otros pequeños barrancos deudores y siguiendo un tortuoso y veloz camino, atraviesa El Rebolledo, aunque lo hace ya muy abierto y desencajado, convertido en el Hondo del Rebolledo. A la altura de la Finca Lo Reig sale al encuentro de la Fontcalent, a la que bordea por el suroeste, pasa por debajo de la A-31 y atraviesa el Polígono de las Atalayas para acabar desaguando en Aguamarga…

… pero me desvío de mi relato, iba avanzando por el barranco que empezaba a encajonarse, el sustrato cada vez más arenoso y suelto dificultaba el avance, y tuve que bajar de mi montura, cuando estaba a punto de volverme, una voz me llamó la atención desde uno de los márgenes del barranco.

-       ¡Eh! ¡¿No sabe usted que esto es una propiedad privada?!
Me giré sobresaltado hacia la voz, que resultó venir de un hombre, ya entrado en años, que estaba tumbado sobre la hierba y se incorporaba en ese momento. No supe que contestar, porque yo tenía entendido que los cauces de agua eran de dominio público, pero tampoco hizo falta, porque el hombre volvió a inquirirme.
-        Este barranco pertenece a mi finca. ¿Qué andas buscando?
-     Pues… la verdad es que estoy buscando animales, me gustan sobre todo los reptiles… - acerté a decir con sinceridad.
-       Los reptiles, eh? A mí me gustan muchos los lagartos, antes se veían muchos por aquí, ya no se ven tantos – contestó el anciano mucho más relajado.
-        No crea, yo salgo bastante al campo por El Rebolledo, y saco fotos a muchos.
-    ¿Así que tienes fotos de lagartos? Pues si te acuerdas algún día, tráeme alguna, me gustaría tener una, vivo en la casa que hay arriba del barranco.
-       De acuerdo, ¿por quién tengo que preguntar?
-       Me llamo Javier.

Marché pues, con el permiso del propietario, y con un compromiso adquirido. Semanas más tarde, tras una búsqueda entre los archivos y una visita al estudio fotográfico, me dirigía hacia un lugar incierto a saldar mi deuda pictórica.
Atravesé cuesta abajo todo El Rebolledo por el Paseo Mayor, pasé bajo el túnel de la autovía, pero en lugar de girar a la derecha por el camino del Fardacho, lo hice  hacia la izquierda por el camino de servicio. No sabía muy bien adónde iba, pero por las indicaciones de Javier, la casa debía de quedar por ese lado. Recorrí unas decenas de metros por el camino paralelo a la autovía. Junto al camino apareció una puerta enrejada, vieja y desvencijada, estaba sujeta a dos columnas de sillares de piedra tosca, viejos y erosionados, casi invisibles tras dos falsos pimenteros…  nada más, ni vallado ni enrejado, sólo una puerta abierta y un camino entre los campos de olivos.
Tenía dudas de que aquello diese acceso a lo que estaba buscando, pero a pocos metros de la puerta, había un cartel idéntico al que vi el día del barranco: “Torresella”…
Cartel de la Finca, junto al camino de servicio de la A-31.
Acceso principal tras la modificación de la obra de la A-31 Junio 2020.
Así que crucé la puerta y miré al fondo, al final del recto camino parecía entreverse una gran finca entre frondosos árboles. Conforme avanzaba por el camino el arbolado iba abriéndose y un caserón se iba agigantando. A la izquierda un monumental eucalipto destacaba enorme en la arboleda. Llegué a un sólido muro con una modesta puerta de reja, cerrada con cadena y candado. Sobre las dos columnas que flanqueaban la puerta, un rótulo metálico con el nombre “Torresella” (una vez más ese nombre). Coronando toda la estructura, un escudo heráldico rojo y blanco.
Detrás de la reja se veía un imponente caserón con muros almenados y un abandonado jardín que había visto épocas mejores. Ningún timbre.
Bordeé el muro buscando algún acceso de servicio y encontré un coche aparcado junto a una gran puerta verde de dos hojas. Llamé con los nudillos y a voces, y al poco salió un hombre corpulento con acento de Europa del este. Algo contrariado le pregunté:
-       Disculpe, ¿vive aquí un señor llamado Javier?
-       ¿Javier?, sí el marqués, pero ahora no está en Alicante, ¿querías algo?
-       Ehmm… sí dejarle esta foto. – le entregué la foto dentro de un sobre blanco…
-       Vale, se la daré cuando vuelva.
La puerta se cerró de nuevo, me quedé confuso, con la sensación de haber terminado el trabajo, solo a medias. Volví hacia mi bicicleta, ordenando la nueva información... ¿de dónde había salido esa casa-castillo de la que nunca había oído hablar y que era de un … ¡Marqués!
Lo cierto es que nunca más volví a ver a Javier en persona, y nunca supe si realmente llegó a recibir mi foto, pero la historia de la finca Torresella, de la “Coronela”, había entrado en mi historia vital para quedarse.

Puerta de entrada a la Finca Torresella, 2016.

Finca Torresella, fachada sur y puerta de servicio, 2009.

 
La Finca

Volví algunas veces más, acercándome furtivo a través del barranco, desde este acceso, “La Coronela” ofrecía una aspecto imponente. Sus altas almenas se alzaban indiferentes,  entre los bancales de olivos, sabiendo que sus mejores tiempos habían pasado hacía mucho, pero mostrando aún una orgullosa vejez.
La Coronela vista desde la Sierra Fontcalent, 2017.

La Coronela, desde el acceso por el Barranco del Infierno, 2011.
Al bordear su perímetro por la fachada norte, aparecen primero los desamparados jardines. De este lado la impresionante altura de la construcción quedaba bien patente. La parte noble deja paso a edificios de obra más modesta y funcional, la almazara y otros almacenes. Varias palmeras datileras flanquean el camino, que gira aquí para bordear la edificación, pasamos a la fachada sur donde se pueden ver estructuras que había pasado por alto en mi primera visita, como un precioso aljibe en bóveda y una gran alberca, junto al colosal eucalipto.

La Coronela y jardines, 2011
La Coronela, 2011.

La Coronela, fachada norte, 2011.
La Coronela, extremo oeste, 2016.
Aljibe, 2011.

Alberca de la Torresella, 2016.

Alberca y eucalipto de la Torresella, 2016.
Donde el camino gira, a la altura del aljibe, sale un ramal que discurre hacia el noroeste, paralelo al barranco. Atravesando campos de cítricos durante más de trescientos cincuenta metros se llega a una antigua balsa de riego con anchos muros de mampostería. A pesar del aspecto de abandono que la maleza circundante le da, la balsa continúa en funcionamiento y en un buen estado de conservación.

Balsa, La Coronela al fondo, 2013.

Siguiendo unos doscientos metros más por la acequia que desagua en la balsa, se llega hasta una molineta de las que se usan para bombear agua, en este punto llegamos al borde del barranco, donde un acueducto cruza el cauce en dirección a la Coronela.

Molineta, finca Torresella, 2017.
Acueducto finca Torresella, 2010.
Recapacitando sobre la gran necesidad de agua que tendría  la finca en el pasado, pensé en las estructuras que vi ese día y en las que ya conocía del Barranco del Infierno, un azud y una mina de agua. Todas ellas debían de tener alguna conexión con la Coronela. Una vez más recurrí a mi amigo Amando Tarí (Mandi), cuya familia es oriunda de El Rebolledo y conoce como nadie su entorno geográfico. Me llevó aguas arriba del barranco, a conocer otras estructuras hidráulicas muy interesantes y también relacionadas con la finca. Contacté también con Vicentina Sánchez, cuyos padres y abuelos habían sido mayorales de la Torresella, y donde ella misma había pasado parte de su infancia. Descubrí nuevos e interesantes datos y ambos corroboraron mi sospechas.

El Barranco del Infierno

Mandi me llevó al Barranco, pero no por el acceso de La Torresella, ni tampoco remontando el barranco aguas arriba. En esta ocasión accedimos por un camino que parte torciendo a la izquierda desde el Camino de la Altura. Forma parte de la Vía Pecuaria llamada Vereda del Desierto y Barranco del Infierno. Discurre entre campos de cultivo de la propia finca, arrendados a una empresa agrícola, antes plantada de cítricos y hoy de vid. La empresa ha cerrado el camino con una cadena, algo que no debía haber hecho, ya que las Vías Pecuarias son de dominio público, y además, según reza el inventario de caminos rústicos, se trata de un vía de libre acceso.


Vía Pecuaria Camino del Desierto y Barranco del Infierno, a su paso por la finca Torresella, actual.
Modificado de visor GVA.
A unos 500 metros del inicio del camino hubo una balsa de riego de robusta factura, tan antigua como la anterior y que alimentaba los campos de este margen de la finca. Desgraciadamente, cuando la empresa arrendadora cambió de cultivo decidió eliminarla para arañar unos metros de plantación, como se ve en la foto no parece que ganase demasiado, en cambio ese patrimonio hidráulico se ha perdido para siempre.


Balsa de riego junto a la Vía Pecuaria, hoy desaparecida. Modificado de Visor GVA.
Tras unos 200 metros desde donde estaba la balsa, llegamos al cauce del barranco. Descendemos hasta el lecho por una larga rampa, que nos deja justo a los pies de una pared artificial hecha de sillares y mampostería. El camino aquí parece interrumpirse, porque el barranco se encajona a ambos lados de la pared, pero sólo debemos descender unos metros para poder salir del cauce por el margen opuesto. El camino seguiría por otros 700 metros y nos acabaría conectando con el Camino del Desierto.


Vía Pecuaria en su descenso al lecho del Barranco del Infierno, 2013.
Se ve que la pared ha sido reparada tras alguna avenida importante, ya que los sillares han sido sustituidos por rocas de menor porte por el lado izquierdo (visto aguas abajo). La pared es en realidad un azud en desuso, cuya finalidad era desviar las aguas de las avenidas hacia una ancha boquera que hay a la derecha y que lleva las aguas  hacia los campos de cultivo de la Finca Torresella. La pared ha dejado de hacer su función de desvío del agua, ya que su falta de mantenimiento hace que los sedimentos aportados por el propio barranco hayan ido colmatando la pared. A la entrada de la boquera, aún pueden verse las ranuras practicadas en la roca para insertar las compuertas, éstas se colocarían en caso de que llegase una lluvia inoportuna para devolver el caudal a su cauce natural. Es de suponer que la boquera sería por tanto algo más profunda también.
Azud interrumpiendo el Barrando del Infierno y mina de agua a la izquierda, 2014.
Azud y boquera por donde se desviaban las aguas de avenida, 2013.
Entrada de la boquera con las ranuras para las compuertas, 2017.
Junto al azud, en el margen derecho, existe una mina de agua. Se trata de un túnel abovedado excavado en la roca, que penetra en esta por unos ocho metros, tras los cuales realiza un giro hacia la derecha. Tiene unos tres metros de altura, algo inusual en este tipo de estructuras, y es que parece haber sufrido un rebaje en algún momento, ya que la bóveda original fue rellenada en algún momento y bajo ésta existe otra galería, también abovedada, de menor entidad. 
Bocamina de la mina de agua, 2010.
Interior de la mina, 2014.
Manantial en 1897, foto cedida por Concha Die.
Gracias a esta fotografía de finales del XIX, podemos apreciar que la bocamina actual, fue en el pasado un túnel que permitía que las aguas del manantial pasaran bajo la boquera y siguieran su camino hacia el barranco. Después tuvo que hacerse una importante modificación, motivada quizá por una acumulación de sedimentos, que tras alguna importante avenida, pudo colmatar y bloquear la parte posterior de la estructura. Tal vez sea esa la razón de la existencia de un segundo túnel bajo el original, que tras la oclusión volvió a reconectar con el manantial original, pero a mayor profundidad. También puede apreciarse en la foto, que como apuntábamos antes, la boquera era más profunda. 

Las minas de agua o qanats, suelen profundizar varios metros en la ladera de una montaña (a veces hasta centenares de metros) o discurren paralelos al cauce de un barranco o rambla (como sucede en la Finca La Solana de Fontcalent). Cada ciertos metros, el minado dispone de una lumbrera, un pozo vertical de ventilación para facilitar el flujo del agua. En este caso también es así y Mandi me descubrió tres de estas lumbreras que se encuentran aguas arriba de la bocamina.
Primera lumbrera, junto al azud, 2016.
Segunda lumbrera, 2013.

Tercera lumbrera, 2016



Interior de la tercera lumbrera, con conducciones más modernas, 2016
En distintas visitas al lugar, he podido apreciar que el caudal de la mina es muy variable. En alguna ocasión rebasaba la altura de la entrada (más de un metro) y se vertía directamente sobre el lecho del barranco, otras veces tenía una caudal intermedio y en ocasiones estaba totalmente seca.
Bocamina rebosando hacia el barranco, 2018.
Bocamina en 2016.
El caudal sale por una oquedad que hay en la parte baja de la mina y se conduce bajo el barranco a través de una tubería. En otro pequeño salto de nivel que hay unos 100 metros aguas abajo, la conducción pasa al margen izquierdo y mantiene la elevación discurriendo por la ladera rocosa del barranco. Continúa así por unos 200 metros, hasta que vuelve a cruzar el barranco de nuevo al margen derecho, esta vez lo hace por encima de un acueducto de un solo arco y de unos 5 metros de altura. Una vez salvado el barranco, la tubería transcurre enterrada por otros 200 metros, en dirección a la balsa cercana a La Coronela que describíamos antes. La molineta ha quedado atrás, al coronar el margen junto al acueducto.
Interior de la mina, sin caudal,  y salida del agua, 2016.


Acueducto finca Torresella, sobre el Barranco del Infierno, 2016.
Acueducto en 1897, foto cedida por Concha Die.

Acueducto sobre el Barranco del Infierno, 2013.
Entre la mina y el acueducto hay un pequeño salto de agua  y una pequeña poza asociada, junto a la cual hay una oquedad natural. Dentro de esta, dos pequeños túneles profundizan unos metros bajo el margen del barranco, ambos tienen un pequeña estructura artificial en forma de murete a un par de metros de la entrada. En ocasiones un pequeño hilo de agua sale de esta estructura y alimenta la poza, pero la mayor parte de veces que la he visitado estaba seca.


Poza y oquedad natural, 2010.
Uno de los dos túneles y murete, 2012.
Junto al acueducto, en el margen izquierdo hay un pozo practicado en la roca. Opuesto a éste, en la parte derecha yacen los restos de otro pozo con caseta para el motor elevador, pero no parece que el agua elevada ahí tuviese un destino claro. No obstante, si nos fijamos en el talud de enfrente, hay una agujero practicado en la pared margosa que prácticamente está cegado, al acercarte, brota del agujero un aire fresco y húmedo. Eso me recordó una conversación con Vicentina, en la que decía que del barranco partían túneles por donde el agua iba hacia la finca, y que su propio padre, al desprenderse el techo, quedó atrapado en uno de estos túneles por más de un día, hasta que pudieron rescatarlo. Si continuamos la hipotética línea que sigue este túnel, veremos que comienza junto al pozo elevador, pasa por debajo del acueducto y mantiene un trazado elevado y paralelo al barranco. Efectivamente, desde el margen opuesto se ven lo huecos que ese túnel ha dejado al irse erosionando las paredes. Para descartar que se trate de una forma geológica caprichosa, entré a uno de ellos y encontré ladrillos que podrían formar parte del canal de conducción antiguo. Parecía que se había desprendido buena parte de paredes y techo, por lo que no estuve mucho tiempo dentro.


Pozo del margen izquierdo en primer término y pozo con caseta tras el acueducto, 2016.

Agujero en la pared margosa junto al pozo con caseta para
 motor elevador de aguas,  2016.

Agujero en la pared margosa junto al pozo con caseta para
 motor elevador de aguas,  2016.
Interior de los túneles, 2016.



Interior de los túneles, 2016.

Panorámica del barranco aguas abajo del acueducto, con los túneles visibles en el margen derecho, 2015.
Otra prueba más del uso de estos canales subterráneos la aportan los propios marqueses en el libro de López y Abad en el que hablan de la presencia de “un silo o mina de agua procedente del barranco contiguo, el barranc de L’Infern, que se filtra hasta los cimientos del domicilio y al que temen descender por la emisión de gases”.

En el pasado pareció existir otro acueducto de mayores que también salvaría el barranco en dirección a la finca. Éste sería de una mayor entidad y estaría ubicado aguas abajo del barranco, a la altura de la casa. Hoy en día apenas son visibles las evidencias de esta construcción, quedando los restos de una de las pilastras en el cauce, aunque tan desgastada que casi no se reconoce, y uno de los canales de piedra, cuyos restos sobresalen tímidamente  en uno de los márgenes.


Restos del canal del antiguo acueducto, con la Torresella al fondo, 2013.

Restos del canal del antiguo acueducto, 2013.
Lo cierto es que con las pocas evidencias actuales, asegurar que estos restos se corresponden con una antigua conducción, puede parecer muy aventurado. Por suerte durante la elaboración de esta entrada llegó a mi una fotografía que confirmaba esta suposición. Mil gracias Concha!

Acueducto grande del Barranco del Infierno, en 1897, foto cedida por Concha Die.

Años más tarde, hablando de nuevo con Vicentina, me reveló que otra de las grandes albercas de El Rebolledo, que se ubica aguas abajo de la finca junto al Camino de la Ermita, es también propiedad de La Coronela. Lamentablemente, unos recientes movimientos  de tierra, controvertidos al realizarse en un cauce público, están poniendo en peligro la continuidad de la vetusta estructura.

Balsa en el Hondo del Rebolledo, junto al Camino de la Ermita,
propiedad de la Torresella, con acumulación de escombros en el cauce, 2017.

Sea como fuere, parece claro que una hacienda como la Torresella, requeriría de todos los recursos hídricos disponibles en cada momento de la historia y a veces la lucha por estos podía ser feroz. El BOE del 12 de febrero de 1955, recoge un conflicto entre la propietaria de la finca, por aquel entonces Manuela Díaz-Rubín, y por otro la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos de Alicante…





Finalmente, el Ministerio de Agricultura, acabaría dando la razón a los ganaderos, catalogando en esas fechas la inmemorial vereda, permitiendo el paso de los ganados por la finca,  tal y como lo haría antaño.

Los Orígenes

Tanto Mandi como Vicentina revelaron aspectos interesantes sobre el pasado reciente del enclave, pero poco pudieron aportar sobre sus más antiguos orígenes. Todo cambió cuando cayó en mis manos un libro sobre las partidas rurales editado por el ayuntamiento de Alicante.
Con el muy acertado nombre de “El sorprendente reino desconocido”, los autores Ismael López Belda y F.J. Abad García, realizaron una increíble investigación sobre los orígenes de las pedanías alicantinas. En este texto encontré parte de la preciada información que necesitaba y pistas por donde continuar investigando. En la red de redes me topé de nuevo con el trabajo incansable de Sergio Gez y su delicioso blog “Rutas y Vericuetos”, que también dedicaba una entrada a “La Coronela”. La investigación me llevó por derroteros insospechados, mirando páginas de heráldica, genealogía y prensa histórica, que excedían con mucho mis pretensiones iniciales. Espero ser capaz de sintetizar toda la información que fui capaz de recabar, la historia lo merece…

Viravens en su “Crónica de la muy ilustre y siempre fiel ciudad de Alicante” de 1876, ya llamaba a la Finca Torresella, “La Coronela” y que era propiedad de Carlos Coig. Pues bien, buceando por la red me topé con un blog propiedad de Juan Coig descendiente de estos primeros moradores de la finca. Él, a su vez me puso en contacto con su sobrina Concha Die, dedicada a la investigación genealógica sobre sus antepasados. Concha pudo facilitarme información sobre los propietarios de la finca desde la familia Macé (1780), hasta el último propietario de la familia Coig, arrojando luz a este embrollo dinástico.

Primera generación de  propietarios.

El primer propietario de la hacienda del que se tiene constancia es Luis Hurtado, un labrador de Callosa del Segura que en septiembre de 1778 arrienda su finca con casa, balsa y 130 jornales a Claudio Macé Pain, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos de Su Majestad, residente en Alicante.
Aunque en principio, el arriendo es por cuatro años seguros más dos voluntarios, es de suponer que Claudio compra la finca antes de terminar esos plazos, ya que durante los dos años siguientes se dedica a agrandar la hacienda, comprando terrenos colindantes. Adquiere terrenos a Joaquín Ripoll, labrador del Rebolledo cuyas tierras habían sido antes de Jayme Ferrándiz, y también a Antonio Ripoll, labrador del Clot de Rebolledo, cuyas tierras habían sido antes de su padre Sebastián Ripoll.
Entraré ahora en el deslizante terreno de la especulación, pero es de suponer que en 1778, Luis Hurtado, labrador de Callosa, no tuviera un castillo como morada y casa de labor. Y que por tanto, la construcción de la Torresella como se conoce hoy, fue posterior, siendo ya propietario Claudio Macé. Esta tesis parece avalada por López y Abad en su libro sobre las partidas, que aunque no precisan con seguridad cuando se erigió esta hacienda, sí que aseguran que fue levantada por el arquitecto neoclásico madrileño Antonio López Aguado. Este constructor fue discípulo de Villanueva, y autor de obras insignes como la Puerta de Toledo y el proyecto del Palacio Real. Desarrolló su obra entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, falleciendo en 1831, por lo que es de suponer que la casa-castillo, fue construida entre finales del siglo XVIII y  el primer tercio del  XIX.

Segunda generación de propietarios.

Cabría explicar pues, de dónde provenía el poderío económico de los Macé, capaz de hacerse con casi mil tahúllas de terreno y levantar semejante mansión en tan pocos años.
El padre de Claudio, Guillaume Macé Auffray, Señor de la Gravelais, era un comerciante francés que había conseguido la naturalización, tras residir en Cádiz  y desposarse con una gaditana de ascendencia francesa y 29 años más joven que él, Manuela Pain. Amasó una gran fortuna fruto de sus negocios en Europa y América, y tenía el favor del Rey Felipe V, al que solía prestarle dinero. En esa época era habitual que los burgueses pudientes, trataran de integrarse en el servicio Real, en busca de ascenso social hacia el estamento nobiliario. La Corona ofrecía puestos en órdenes militares que permitían alcanzar ese honor y nobleza, tapando con dinero orígenes más humildes o incluso turbios, aunque este no era el caso.
Guillermo (Guillaume antes de la naturalización), consiguió para su hijo Claudio un puesto de capitán de infantería en Zamora, en 1744, al mismo tiempo consigue que el Rey conceda la matrícula de “comerciantes a Indias” a sus dos hijos varones Claudio y Nicolás (tenía además dos hijas) y unos meses más tarde, vuelve a regalar otro título militar a Claudio, en este caso coronel de compañía de infantería. Dos años más tarde, refuerza su posición militar casándose con María Luisa Ladrón de Guevara, hija de un teniente general y gobernador de Cádiz, Bartolomé Ladrón de Guevara.
Guillermo y sus dos hijos tienen por tanto una posición de privilegio. Escalando dentro de la nobleza, con grandes recursos económicos y con excelentes relaciones con el Rey, que incluso llegó a pasar un tiempo residiendo en una  casa que los Macé tenían en la Isla de León (hoy San Fernando). No es de extrañar entonces, que el porte y las dimensiones de la mansión que mandara construir Claudio, fueran acorde a sus pretensiones sociales.

Casa de los Macé, en la Isla de León,
foto: Monclova. Colección Carlos PUMAR www.gentedelpuerto.com

Escudo de armas de los Macé en su casa de Isla de León,
fuente: San Fernandoyyo - Blog.

En lo familiar, Claudio y Mª Luisa tuvieron seis hijos: Bartolomé, Guillermo, Nicolás, Mª Luisa, Mª Rosa y Mª Natividad Macé y Ladrón de Guevara. Los tres hijos varones fueron militares, todos sin descendencia. Nicolás llegó a ser Caballero de la Orden de Alcántara. De las tres hijas, María Rosa se casó en Alicante con Leonardo Stuck y tuvieron una hija Luisa Stuck Macé, Mª Natividad se casó con Claudio Coig y Sansón y tuvieron tres hijos, por último, Mª Luisa, que se divorció sin dejar descendencia.

Tercera  y cuarta generación de propietarios.

La Torresella correspondió por herencia a Mª Luisa Macé Ladrón de Guevara, que sin hijos, acabó legándola a su sobrina Luisa Stuck Macé.
Aquí debemos hacer un alto, y volver sobre el matrimonio entre Mª Natividad Macé Ladrón de Guevara y Claudio Coig y Sansón, ya que de esta rama del árbol llegarían los siguientes propietarios de la Torresella.
Mª Natividad, cuyo origen ya conocemos, se había casado con Claudio María Coig y Sansón, también gaditano de origen francés. Nacido el 16 de Noviembre de 1761, tuvo una intensa e interesantísima carrera militar. Sentó plaza de guardamarina en 1781 a los 19 años, ya enrolado como alférez de fragata, participó en el bloqueo de Gibraltar, tomando varios mercantes ingleses a bordo de la fragata Lucía.
El 21 de Septiembre de 1789 asciende a teniente de fragata y en 1791 contrae matrimonio en el Puerto de Santa María. Al año siguiente, 1792, nace su primer hijo Claudio María Coig Macé en el Puerto de Santa María, en 1806 nace su segundo hijo Luis María Coig Macé y un tercero, Juan Pedro, que murió en 1810.
Poco después del nacimiento de su primer hijo, Claudio Coig y Sansón es ascendido a teniente de navío, años más tarde será reclamado para mandar la primera batería del Santísima Trinidad, el Escorial del mar, único con cuatro cubiertas. Tras varios días de combate en la Batalla de Trafalgar, los ingleses consiguen desarbolar el navío y el Santísima Trinidad se rinde, para hundirse poco después. Antes de eso, Claudio es hecho prisionero y conducido a Gibraltar, donde gracias a su alta graduación es canjeado rápidamente. Después de aquel episodio, participa en la Guerra de la Independencia, siendo nombrado Mayor General de Marina en 1812. Ese mismo año otorga el poder para testar a su esposa. Al finalizar la guerra ascendió a capitán de navío, en 1814, después a brigadier en 1815 y poco después teniente de rey de la plaza de Valencia. Claudio, debió morir en 1830.

Santísima Trinidad. Wikimedia

Su primogénito Claudio María Coig Macé, fue también militar en varias contiendas. Se casó con Mª del Rosario Keyser con la que tuvo cuatro hijos. Largamente condecorado estuvo exiliado en Francia y volvió al servicio para ser ascendido a brigadier en 1852.
El segundo hijo Luis María Coig Macé, 14 años menor que su hermano, también continuó con la tradición militar de la familia, ingresando en la Guardia Real. En 1831 ascendió a capitán de caballería. Ese mismo año, y previo consentimiento de su hermano mayor Claudio, y del propio Fernando VII, contrajo matrimonio con Beatriz O’Donnell Joris, también de familia con tradición miliar, no en vano era la hermana de Leopolodo O’Donnell Joris, Duque de Tetuán y capitán general isabelino. Murió ahogado en el paso del río Cinca en el 1837 dejando viuda y dos hijos, Carlos y Juan Coig O’Donnell.

Quinta generación de propietarios.

Luisa Stuck Macé, que había heredado la Finca Torresella de su tía Mª Luisa, muere en 1848 sin descendencia y reparte su fortuna entre sus sobrinos segundos, los Coig-Keyser y los Coig-O’Donnell, legando a éstos últimos la casa-castillo de El Rebolledo.
El primogénito Carlos Coig O’Donnell, nació en Madrid en 1832, desoyendo los deseos de su madre, optó  también por la carrera militar. Se alineó junto con su tío Leopoldo O’Donnell Jorís en el bando isabelino,  en contra de su otro tío, Claudio María Coig Macé, carlista. Su vinculación con Alicante queda patente, porque además de sus estancias en La Torresella, contrajo matrimonio con María Monserrate Rebagliato y Sorzano, que había nacido en Orihuela en 1844. Probablemente el sobrenombre de la hacienda, “La Coronela” proceda de esta época, ya que durante una parte de su carrera militar, Carlos fue coronel de caballería. Tras 46 años de carrera militar, en la que llegó a ser general de brigada (1889), murió con honores en Madrid en 1895. El matrimonio tuvo 8 hijos.  
Carlos Coig O'Donnell, de joven oficial (izquierda) y
de teniente en Alcalá de Henares (derecha).
Fuente: Blog Familia Coig.
Carlos Coig O'Donnell de general (izquieda) y 
de teniente coronel 1868 - 1876 (derecha).
Fuente: Blog Familia Coig.
Carlos Coig O'Donnell de General
mandando su brigada Paseo de la Castellana. Madrid.
Fuente: Blog Familia Coig.
Familia de Carlos Coig-O'Donnell 1880.
Fuente: Blog Familia Coig.

El otro huérfano, Juan Coig O’Donnell, nació en San Pedro de Trueba en 1836, a diferencia de su hermano y muchos de sus antepasados, no hace carrera militar, siendo cónsul de España en Bayona, viviendo a caballo entre Alicante y Francia. Se dice que cuando  su hermano caía en desgracia (por su alineación política), Juan lo acogía en su casa de Bayona. Su primera hija, María Leonisa, nació en Bayona en 1864, pero la segunda lo hizo ya en Alicante, en 1866. De los otros dos, Juan y Claudio apenas se tienen datos.
Indagando en el archivo municipal de Alicante aparecen pruebas de su paso por La Coronela, puede consultarse un oficio de Juan Coig O’Donnell por usurpación de aguas que quiere hacer un súbdito francés en el Rebolledo en 1860 (siempre a vueltas con las aguas…).

Oficio de Juan Coig sobre disputa de aguas, 1860. Archivo Municipal Alicante.
Oficio de Juan Coig por disputa de aguas, 1860. Archivo Municipal de Alicante.

Después de su paso por La Coronela, Juan  fue destinado al consulado de España en Argel en 1876, y probablemente debido a ese traslado vendiera su parte en la finca a su hermano Carlos. Viravens en su crónica, confirma esto, nombrando a Carlos Coig O'Donnell como  único propietario en 1876.

Sexta generación de propietarios.

De los ocho  hijos de Carlos Coig O'Donnell, fue el primogénito Carlos Coig Rebagliato, el que acaba haciéndose con La Coronela, estableciendo ahí su residencia.    
Había nacido en Alicante en 1862 y contrajo matrimonio con Encarnación Hoyos Escolar. Sabemos por la prensa histórica, que durante ese periodo en El Rebolledo, el matrimonio goza de una intensa vida social. Se dice que cuando Carlos Coig se encontraba en La Coronela, siempre ondeaba el pendón con su escudo de armas en lo alto del castillo y si venía algún otro noble, se izaba también el del invitado. Su hermano, Juan Coig Rebagliato nació en Bayona (Francia) en 1864, residió en Madrid y Orihuela, donde fue destinado como juez. Esta proximidad geográfica, propicia que asiduamente, visite a su hermano en Torresella. 

La Coronela en 1910, foto cedida por Concha Die.

La Coronela en 1910, foto cedida por Concha Die.
La Coronela en 1910, foto cedida por Concha Die.
La Coronela en 1897, donde puede verse a la izquierda a Encarnación Hoyos Escolar, 
esposa de Carlos Coig Rebagliato,foto cedida por Concha Die.
Acceso principal a La Coronela en 1897, foto cedida por Concha Die.
Carlos estudió en la Universidad Central de Madrid ciencias primero y derecho más tarde, sin acabar probablemente ninguna de las dos. Aparece con algunos cargos en las administraciones de ultramar, cesando definitivamente a finales del siglo XIX.
Carlos Coig (O'Donnell) Rebagliato.
Fuente: Blog Familia Coig.
Generosamente ponen su finca a disposición de la partida, colaborando con las fiestas locales, y participan activamente del bullicio aristocrático alicantino, dándose cita en su castillo la élite social de la época. En estos dos recortes del semanario católico podemos ver su intervención en las fiestas de San Pedro y en las Patronales de 1899.



Por el mismo diario, conocemos que Juan Coig solía pasar las fiestas patronales en compañía de su hermano en La Torresella. Noticia del 29 de julio de 1899.
Juan Coig Rebagliato.
Fuente: Blog Familia Coig.
En Junio de 1905, la Coronela es sede de la "Fiesta de las Espigas", celebración desaparecida en la actualidad, y que parece coincidir con el solsticio de verano.
Sabemos, también por la prensa, que en 1906, residiendo aún en la Coronela nació su segunda hija, celebrándose el bautizo días después al que acuden diversas personalidades de la aristocracia alicantina.
El 7 de agosto de 1906, el mismo periódico, sobre la celebración del bautizo, publicaría lo siguiente:

"En el castillo de Torresella.
En la señorial morada que los Sres de Coig tienen en el hermoso campo del Rebolledo, se celebró ayer tarde una ceremonia conmovedora, por su objeto y de perdurable recuerdo para cuantos tuvimos la suerte de asistir a tan agradable fiesta de familia: la de administrar el santo Sacramento del Bautismo de la hija de aquellos señores, recién nacida.
Cuando, á las seis de la tarde llegamos al castillo de Torresella, ya todos los invitados; se encontraban en él; y después de saludar y felicitar a sus amables moradores y de tomar un agradable refresco en el bonito pabellón situado a la entra, de del parque, pasamos a la capilla en que iba á realizarse el solemne acto. Estaba aquella preciosamente adornada con profusión de flores y con el buen gusto que, distingue a los Sres. de Coig. En el centro se levantaba una columna cubierta de riquísimas telas, sobre la que descansaba la magnífica pila de plata que contenía el agua traída del Jordán.
El  M. I. Sr. D. Modesto Nájera y López de Tejada, Abad de la Colegiata, revestido con ropas corales, bautizó a la recién nacida a la que se impusieron los nombres de María de la Encarnación; Ignacia, Carlota, María del  Rosario y del Perpetuo Socorro, Luisa, Beatriz, Leopoldina, Josefa, Ramona, Pantaleona y Todos los Santos, apadrinándola su hermano mayor Carlitos de Coig y Hoyos y su tía doña María del Rosario Negrao y Escolar y en representación de esta señora, que se halla ausente, en Manila, la señorita Luisa de Coig y Rebagliato. Asistieron también al acto en calidad de testigos, el Excmo. Sr. D. Miguel de Pardo y P. de Bonanza, D. Alfredo. Salvetti,  D. Carlos de Aguilera y D. Manuel Senante.
Cuando las  regeneradoras aguas cayeron sobre la cabeza la bautizada abriéndole las puertas de la Iglesia Católica, el volteo de las campanas, el estampido de la ¡pólvora y los acordes armoniosos del órgano llenaron el espacio como asociándose a la general alegría. Y en verdad que el cuadro que a la vista se ofrecía era hermoso y conmovedor;  la espléndida vegetación y los árboles seculares que a la puerta de la capilla se levantan las flores que adornaban el coronamiento y los capiteles de las columnas, y tapices que colgaban de las paredes (…) Terminada la ceremonia, a la que desde la tribuna alta de la capilla asistió también la madre, doña Encarnación, Hoyos de Coig, pasaron a felicitarla, los invitados, quienes firmaron el acta que de este acontecimiento se extendió en el álbum de la familia.
Breves por lo de deliciosos, parecieron los momentos durante. los cuales paseamos por el frondoso jardín, y a las 9 de la noche se sirvió un «lunch» tan exquisito como abundante, en la hermosa galería de la planta baja del castillo, en donde se extendía larga mesa puesta con delicado gusto.
A las once de la noche terminó tan agradable fiesta de la que, como al principio decíamos, guardarán recuerdo gratísimo y perdurable cuantos a ellos tuvieron la suerte de asistir.
Fueron éstos la baronesa de Finestrat, doña Luisa P. de Bonanza, doña Ángeles Sandoval de Salvetti, doña Cándida Martínez de León, viuda de Gómez, doña Josefa Esplá de Senante y señora de Liñán, Sres. D. Modesto Nájera, Abad de la Colegiata, D. Miguel de Pardo, don Carlos de Aguilera, D. Victorio Die, D. Miguel de Liñán y Eguizábal, Registrador de la propiedad de Novelda, Don Jacobo Gómez, D. Miguel y D. José de Pardo y D, Manuel Senante.

Don Carlos de Coig y sus distinguidas hermanas Beatriz y Luisa hicieron los honores de la casa atendiendo con su habitual cortesía a todos los invitados. Al terminar esta breve reseña que no es sino pálido reflejo de la fiesta, reiteramos a los Sres. de Coig la más cordial enhorabuena y pedimos al Cielo que a ellos y á sus hijos los colme de bendiciones."

En otro acto de generosidad, Carlos Coig celebra en su finca comuniones de niños de Rebolledo en 1908.

En 1895, Carlos solicitó ante el juzgado la certificación de nobleza. Más tarde unió los dos apellidos paternos, incluyendo el O’Donnell, para pasar a denominarse Carlos Coig-O’Donnell Rebagliato, aunque algunos de sus hermanos se opusieron a este cambio

No sabemos si Carlos pretendía obtener un rédito económico y social con ese refuerzo en la vinculación con la estirpe O'Donnell, pero si lo hubo, no fue suficiente para mantener en su poder esta emblemática propiedad. Finalmente el 23 de marzo de 1912, y después de un siglo en manos de la familia, la Tesorería de Hacienda anuncia en pública subasta la venta de “La Coronela”. 

Apenas veinte días después se hundiría el Titanic...

Séptima generación de propietarios.

Tras el paso de varias generaciones de Macé y Coig por la hacienda, ésta es adquirida por Fernando Alfaya Pérez, un abogado, periodista y político gallego, nacido en Redondela en 1867. Hay constancia de que Fernando se aloja en el Hotel Princesa de Alicante en mayo de 1912, probablemente viajó a Alicante, para formalizar la transacción.


Fernando Alfaya se había casado un año antes, en 1911, con María Gloria Fontela Campomanes, diez años mayor que él. María Gloria era viuda de Santos Díaz Rubín, un empresario asturiano cuya familia se dedicaba al negocio del azúcar, con plantaciones en México. Aportaba dos hijas al nuevo matrimonio, María Manuela y Carmen Díaz Rubín y Fontela.
Utilizaban La Coronela (además de otras propiedades) como destino vacacional y solían acudir a ella cuando el trabajo de Fernando como funcionario de alto rango en Madrid, se lo permitía.
El hecho de no residir en Alicante, no implicaba que no estuviese comprometido en los asuntos locales, recogiendo la prensa de la época su mediación en la traída de las aguas del Alto Guadiana, que finalmente no se acabó materializando (más pugnas por el agua).


La prensa también recoge la trágica noticia del fallecimiento de Carmen Díaz Rubín y Fontela, hija mayor de María Gloria que falleció en Madrid el 4 de octubre de 1915.


Pero no todo iban a ser malas noticias, años más tarde en 17 de julio de 1923 el Marqués de Zabalegui, Joaquín María Pérez de Rada y Gorosábel, pedía la mano de Manolita Díaz Rubín. Y se casaban un año después, noticia publicada el 8 de febrero de 1924.


"Boda Aristocrática
Manolita Díaz Rubín y el marqués de Zabalegui.
En las crónicas de la aristocracia Asturiana tenemos que registrar la boda de la bellísima señorita Manolita Díaz Rubín y Fontela con el joven secretario de Embajada don Joaquín Pérez de Rada y Gorozábel, marqués de Zabalegui. La novia, perteneciente a la linaje a familia asturiana de los Campomanes, es muy conocida en Asturias, porque en la casa solariega de Grado ha pasado largas temporadas.
La ceremonia nupcial se celebró con gran brillantez en Madrid, en la iglesia parroquial de San Jerónimo. El precioso templo, iluminado artísticamente, estaba adornado con valiosísimos tapices y lucía sus mejores galas. El presbiterio aparecía, cuajado de flores, y trepaban por las columnas, y se extendían por las cornisas, guirnaldas de claveles y azahares traídos de !a hermosa posesión que los señores de Alfaya tienen en Torresella (Alicante).
A los acordes de la "Marcha nupcial", de Lohengrin, entraron los novios en el templo. La novia, primorosamente ataviada, llevaba, con suprema distinción y elegancia, un soberbio traje de crespón blanco, bordado en cristal y plata, y velo guarnecido de rico encaje. Daba el brazo a la desposada su padrino y padre político, don Fernando Alfaya, secretario general del Consejo de Instrucción pública , que ostenta el uniforme de jefe superior de Administración, sobre el que se destacaban varias condecoraciones.
Llevaban la cola del traje de la novía los niños monísimos: Pilarcita Kleisér y Jóse Ignacio Fernández de la Hoz, que iban vestidos con trajes de la época fernandina.
El novio, con el uniforme del Cuerpo diplomático, daba el brazo a su madre y madrina, la marquesa, viuda de Zabalegui, que lucía elegante "toilette" de tonos  oscuros, mantilla de antiguos encajes y magníficas joyas.
Ante el altar mayor, que presidía una lindísima imagen de la Virgen, bendijo la unión el ilustre obispo de Madrid-Alcalá, doctor Eijo, que, aun no restablecido de su reciente , enfermedad, quiso dar con su asistencia al acto una prueba de su afecto a las familias de los contrayentes.
Dijo la misa de velaciones el reverendo padre don Ramón Vidagor. Durante la ceremonia, acompañados de brillante orquesta, la señorita Ana González Blanco y el señor Aguirre, de distinguidas familias de Madrid y Bilbao, que son unos verdaderos artistas, cantaron con singular maestría el "Ave María", de Gounod; la "Salve", de Luzzy, y otras composiciones.
Como testigos firmaron el acta matrimonial, por parte de la novia, su tío, don Modesto de Juan Busoda; el marqués de Jaureguízar y el catedrático de la Universidad de Salamanca don Ramón Prieto, y por parte del novio, el subsecretario de Estado don Fernando Espinosa de los Monteros, el general Bazán y don José María de Aristeguieta. Representó al juez municipal don Ignacio Corujo.
En los claustros se sirvió por el Hotel Ritz un espléndido "lunch".
Entre los invitados recordamos a la marquesa de Jaureguízar, condesa de Torrijos y señoras y señoritas de Gorozábel, Romea, Calange, Costi, Rubio, Chao, Galaimena, Zubiaurre, Lizárraga, Aristiguieta, Pérez de Rada, San Martín, Alcaide, Duanique, Uhagón, Sániz, Gallostra, Caso, Medina, Barrera, Marañón, F. Robles, Álvarez Miranda, Menéndez  Pidal, Cuevas, Fernández  Prida, Zárraga, Corujo, Fontela, Arellano, Mendoza y Oliván, entre otros muchos.
En la elegante residencia que los señores de Alfaya ocupan en la calle de Montalbán se celebró después un almuerzo de familia, al que, además del nuevo matrimonio, sus padrinos y testigos, concurrieron algunos íntimos de los recién casados. El almuerzo lo sirvió también el Hotel Ritz, con arreglo al siguiente menú:
Huevos Niçoise, Consommé de ave en taza, Darne de salmón al plato, Silla de ternera Demidoff, Patatas Lorette, Guisantes frescos a la crema, Ponlarde de Bresse a la broche, Ensalada Rachel. Helados. Pastel mil hojas. Frutas. Vinos: Cepa Rhin, Borgofia, Patermina Brut Imperial 1911. Licores.
Los novios recibieron una infinidad de valiosos regalos, entre otros un soberbio Hispano 40 HP, que los padres de la novia, regalaron al nuevo matrimonio.
Los recién casados marqueses de Zabalégui han salido para la Costá Azul, donde pasarán una temporada, y luego irán a Egipto.
A su regreso a Madrid harán su instalación en un precioso departamento de la calle de Montalbán.
Les deseamos las mayores felicidades en su nuevo estado, y hacemos votos por su eterna ventura."



Finca Torresella en 1929. Vuelo de Ruiz de Alda. Fototeca GVA.

Maria Gloria falleció en 1943 y seis años más tarde lo haría Fernando en La Torresella, en cuya ermita yace enterrrado, legando la finca (y el resto de sus bienes) a su única heredera e hija política, Manolita Díaz Rubín y Fontela.
Esquelas del matrimonio Alfaya-Fontela, fuente Archivo ABC.

Octava generación de propietarios.

Aún se le recuerda en El Rebolledo actual a Manuela Díaz de Rubín y Fontela, de ella se decía que “tenia moltes finques” y se le atribuía erróneamente el título de “Coronela”, heredado de las anteriores propietarias, que sí eran esposas de militares. 

Joaquín, que había nacido en Muruzábal, Navarra en 1894, heredó de su padre Alberto Pérez de Rada y Calatayud el título de Marqués de Zabalegui. Fue diplomático y cónsul, accediendo al cuerpo de diplomaticos en 1920 (Diario La Correspondencia de España, 4 febrero 1920). Años después ascendió a secretario de tercera clase en la secretaría general de asuntos exteriores (Diario La Libertad, 16 de febrero de 1929). En 1936 es nombrado secretario de primera clase en la Embajada de España en Santiago de Chile, y en agosto de 1957 es ascendido a Ministro Plenipotenciario de segunda clase (BOE, 1957).  Falleció en Madrid el 22 de diciembre de 1957.

Joaquín María Perez de Rada y Gorosábel,
 Marqués de Zabalegui. Fuente Geneanet
Manuela y Joaquín en Egipto, 1931. Fuente Geneanet
El matrimonio tuvo tres hijos, la primera María Gloria Pérez de Rada y  Díaz Rubín, Alberto Pérez de Rada y  Díaz Rubín, IX Marqués de Zabalegui, y Francisco Javier Pérez de Rada y  Díaz Rubín.

Novena generación de propietarios.

Al parecer de los tres hijos, el que acabó heredando  "La Coronela" fue Francisco Javier, abogado, editor, historiador y genealogista que nació en Madrid en 1929.  Séptimo poseedor del título de Marqués de Jaureguízar, que había heredado de su tía y madrina Vicenta Rafaela Dominica (Dolores) Menéndez-Baizán y Calatayud, Marquesa de JaureguÍzar, poseedora del  Palacio de Ripa.
El marqués, Francisco Javier Pérez de Rada.
Fuente: Geneanet.
Don Javier, impulsó el Museo Tabar, en Navarra. Era miembro de la Real Academia de Historia, y caballero de honor de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
El nuevo marqués contrajo matrimonio con  Covadonga Cavanilles Navia Osorio, nieta de los marqueses de Santa Cruz de Marcenado y descendiente directa de un hermano del insigne botánico y naturalista Antonio José Cavanilles.
Covadonga Cavanilles Navia Osorio, Fuente Geneanet.
De esta unión nacen seis hijos: Margarita, María Gloria Ana, María Covadonga, Teresa Dulce, María Beroiz  e Íñigo Pérez de Rada y Cavanilles.

Según narra el libro de las partidas, los marqueses mantuvieron conversaciones con la administración valenciana para convertir la finca en un Museo Etonográfico, pero por el momento no parece que las conversaciones llegaran a buen puerto. En los últimos años, el Ayuntamiento de Alicante, a través del área de urbanismo, ha prestado atención a esta finca (barranco incluido), proponiendo su inclusión en el catálogo de protecciones de la ciudad de alicante.

En 2013, a la edad de 84 años, fallece Javier, el marqués, sus restos reposan  en el convento de las Madres Concepcionistas de Ponferrada, León. El título recae en su primogénita Margarita, actual Marquesa de Jaureguízar.


Fuente: Archivo ABC.

Décima generación de propietarios.


Así, tras diez generaciones, la bicentenaria propiedad de la Torresella, es ahora propiedad de los seis hermanos Pérez de Rada - Cavanilles. Hay que decir que en los últimos años se ha visto una evidente mejoría en jardines y fachadas, que han recuperado parte del esplendor del pasado. Esperemos que encuentren la forma de rentabilizar esta hacienda de casi mil tahúllas, y que esta joya del extrarradio alicantino pueda seguir contándonos sus increíbles historias. 

Reencuentro

Desde que empecé a interesarme por la historia de la finca, me atrajo la idea de grabar con Vicentina un testimonio sobre su experiencia en “La Coronela”. Parecía un reto complicado, puesto que los propietarios no residen habitualmente en la hacienda. Pero en el verano de 2016 se dieron las circunstancias propicias, dos de las propietarias Teresa y Beroiz, pasaban unos días en El Rebolledo y les propuse la visita.

Accedieron muy amablemente y nos permitieron fotografiar su almazara y  los exteriores, pudiendo apreciar de cerca que la mansión aún mantiene la imponente prestancia del pasado. Comparándola con las fotografías de 1910, se constata que en alguna reforma posterior se recortó la altura de varios de los torreones volados, dándole un aspecto más sobrio y quizá menos pretencioso. 
Nos acompañaron también en una visita guiada por el interior de la mansión, pero nos pidieron cortésmente que no tomásemos imágenes, y es que para una finca asaltada más de seis veces, el recelo y la cautela son perfectamente entendibles.

Por tanto recurriré a las palabras de Lopéz y Abad para describir La Torresella por dentro: 
“Al descubrirla palmo  a palmo, la importancia de la residencia salta a la vista en todas las estancias”. “En su inmenso salón comedor, con azulejería de Talavera de la Reina y una galería de ilustres autoridades del pasado reproducidas en plumilla negra”.”En la sala de lectura, guarecida en la planta alta, con los ladrillos originales, cocidos siglos atrás y pintados a mano con motivos florales, sin que se repita ni uno”. “En la capilla, que actuó como parroquia para las gentes de El Rebolledo, con la Virgen del Carmen en el centro, la campana original en su tejado y la tumba de Fernando Alfaya, el comprador de la finca, abuelo del marqués (don Javier), bajo el suelo".
Finca Torresella "La Coronela". 26 agosto 2016.

Vicentina y Roberto con las hijas del Marqués. 26 agosto 2016.

Casa de Servicio y acceso a la almazara.26 agosto 2016.
Vicentina y su hermano Fernando, jugando en La Coronela en 1950.
 Foto cedida por Vicentina Sánchez.

Torresella, patio interior. 26 agosto 2016.

Torresella, carro. 26 agosto 2016.

Torresella, almazara. 26 agosto 2016.

Torresella, prensa de la almazara.26 agosto 2016.
Ermita de la finca Torresella, inscrita en la Parroquia Concatedral
de San Nicolás de Alicante.  26 agosto 2016.

Torresella, jardines inferiores. 26 agosto 2016.

Torresella. 26 agosto 2016.

Torresella, escudo heráldico de la familia Campomanes. 26 agosto 2016.

Torresella, cenador. 26 agosto 2016.
Escudos heráldicos del marquesado de Jaureguízar (izquierda) y familia Cavanilles (derecha). 26 agosto 2016.
Me gustaría que para concluir, fuese Vicentina la que con cierta emoción contenida nos acabe contando sus recuerdos sobre “La Coronela”:



Epílogo


Para Don Javier, por si no te llegó entonces...



Agradecimientos:

A Juan Coig Díaz de Arcaute por sus
oportunas correcciones y cesión de fotos.

A Concha Die Maculet, por la cesión
 de fotos y la información aportada, sin la cual 
esta publicación sería más imprecisa y mucho menos interesante.

A Vicentina, y su enciclopedia de recuerdos, espero que
esta historia te traiga sólo momentos felices en este difícil trance.

Fuentes:


  •        El sorprendente reino desconocido "la magia de las Partidas Rurales de Alicante" – Lopéz Belda, I. Abad García, F.J. – Excmo. Ayto de Alicante, 2003.
  •      Crónica de la muy ilustre y siempre fiel Ciudad de Alicante – Viravens y Pastor, R. 1876
  •      Caballeros de la Orden de Alcántara que efectuaron sus pruebas de ingreso durante el siglo XVIII - Vicente de Cadenas y Vicent.
  •      El sonido del dinero monarquía ejército y venalidad en la España del siglo XVIII - Francisco Andújar Castillo.
  •      La pugna entre el Consulado de Cádiz y los jenízaros por las exportaciones a Índias, 1720-1765 - Margarita García-Maruriño Fundi.
  •       Rutas y Vericuetos – El conjunto hidráulico de La Coronela. Blog.
  •       Historia de la Familia Coig en España - Blog.
  •      Revista Hidalguía - Número 330.
  •      Tabar – Pérez de Rada - Página web.
  •       Biblioteca Virtual de Prensa Histórica – Página web.
  •      San Fernando, ayer y hoy - Blog.
  •      Gentedelpuerto.com - Página Web.
  •      Archivo Municipal de Alicante.
  •      Geneanet.org – Página web.
  •      Geni.com – Página web.
  •      La voz de Alicante - Diario.
  •      Semanario católico - Diario.
  •      Diario de Alicante - Diario.
  •      El popular - Diario.
  •      El día - Diario.
  •      La correspondencia de España - Diario.
  •      El Debate - Diario.
  •      Región - Diario.
  •      Archivo Diario ABC.



Textos y fotos realizadas por Emilio Rosillo Parra
excepto las marcadas con otra fuente o autor.









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