El olvido es el lugar adonde va lo que ya nadie recuerda. Un camino que ya hace tiempo empezó a recorrer la desaparecida finca de Els Racons. Afortunadamente algunos ecos del pasado aún resuenan por entre las paredes rocosas de la Fontcalent, y evocan lo que fue esta finca.
Uno de estos ecos llegó paseando por el piedemonte de dicha Sierra. En mitad de los espartales del flanco sudeste, Miguel Ibáñez, amigo de El Rebolledo, me contó que todos esos baldíos, fueron en los años 60, tomateras de la empresa ETASA. Allí trabajaron muchas familias de jornaleros, que habían inmigrado al levante desde diversas zonas de España (ellos desde Murcia).
- Recuerdo que al principio aún no tenía edad para trabajar recogiendo el tomate... y me encargaba de dar agua a los jornaleros con el botijo. Cuando tenía que rellenar el botijo, me acercaba hasta la casa de Els Racons, una finca que aunque ya estaba abandonada entonces (sobre 1964), aún mantenía en buen estado un aljibe enorme con mucha agua. No se me olvida que una de las veces que fui a recargar, había un gran lagarto ahogado, panza arriba, - me decía.
- ¿Y por donde está esa finca? - le interrogué. No recordaba que hubiese una finca por esa zona de la Sierra.
- Por allí - dijo señalando hacia una zona donde varios camiones y una excavadora removían el terreno. Había también montículos y acopios de diferentes materiales, pero ni rastro de una finca histórica...
Demasiado para una mente inquieta como la mía, me propuse averiguar todo lo que pudiera sobre esa finca y sus orígenes y en estas estamos...
ELS RACONS actualmente
Ubicación de la Casa del Racons en la Sierra Fontcalent, fuente: Visor GVA.
A pesar de su abandono pretérito, el topónimo aún persiste y puede adivinarse donde estuvo ubicada la finca. Hoy, como vimos sobre el terreno, la maquinaria ha demolido lo poco que quedaba "dels Racons".
Al parecer la antigua finca había sido comprada por Savall Construcciones. S.A., una empresa con sede en el cercano polígono del Pla de la Vallonga, que entre otras muchas cosas se dedica a la demolición, movimiento y transporte de áridos, recogida de escombros y su reciclado. Parece ser que la actividad que se realiza en la ladera de Fontcalent es la del reciclado de escombros. Este tipo de empresas suele instalarse, próximos a las ciudades para abaratar costes, pero en núcleos deshabitados, donde su actividad y trasiego de camiones resulte menos molesto a la gente.
Extremo sureste de la Sierra Fontcalent. Detrás de los terrenos de la cárcel pueden verse los movimientos de tierra de Savall, donde en el pasado se ubicó "Els Racons", 2010.
No sé con certeza cuándo adquirió Savall la finca de Els Racons, pero según el histórico de Google Earth, los movimientos de tierra comenzaron hacia 2002.
Finca Els Racons en Abril de 2002, fuente Google Earth.
Como se ve en la imagen los trabajos apenas habían comenzado en estas fechas, y las ruinas de los dos edificios de la finca aún estaban en pie.
Finca Els Racons, Septiembre 2003, fuente Google Earth.
En Septiembre de 2003, pasado un año y medio, el avance de la explotación era evidente. Además se había demolido ya el edificio sur y el situado al norte se veía amenazado por la apertura de un nuevo camino de ingreso a la factoría.
Finca Els Racons, marzo 2007, fuente Google Earth.
Finca Els Racons, enero 2022, fuente Google Earth.
La siguiente foto disponible es la de 2007, y en ésta, el edificio norte también ha desaparecido ya. La explotación ha avanzado ostensiblemente. En la actualidad, 2022, la planta parece haberse estabilizado espacialmente, tras haber crecido hacia el barranco sur. Lamentablemente, su actividad propició la desaparición de los últimos vestigios "dels Racons".
ELS RACONS en el pasado.
Las primeras imágenes localizadas de Els Racons corresponden a fotos aéreas del vuelo de Ruiz de Alda, de 1930. En ella puede verse aún una finca en producción con sus olivos a pleno rendimiento. Los edificios están en pie y con buen estado de conservación.
Indagando en el archivo fotográfico de Perfecto Arjones, encontré unas imágenes de las partidas rurales de Alicante realizadas en 1981. La suerte quiso que entre sus magníficas instantáneas, testimonio de otros tiempos, hubiese algunas fotos de Els Racons. En ellas puede verse como en esos años, la finca estaba ya en estado de ruina, habiendo perdido los tejados y mostrando algunas paredes hundidas. Sin embargo, sirve para confirmar que se trataba de una hacienda con buenas hechuras, con vivienda a dos alturas y corrales anexos. Un segundo edificio a pocos metros del principal, y dispuesto perpendicular al primero, problablemente albergara la almazara, y lagar. Alrededor de la finca aún perduran algunos de los olivos, hoy centenarios, que explotaba la heredad.
Els Racons en 1981 con la Sierra Fontcalent detrás. Perfecto Arjones. Cedida por la "AVV Amigos de Fontcalent" de El Rebolledo.
Els Racons en 1981 con la Sierra Fontcalent detrás. Perfecto Arjones. Cedida por la "AVV Amigos de Fontcalent" de El Rebolledo.
Els Racons en 1981 con la Sierra Fontcalent detrás. Perfecto Arjones. Cedida por la "AVV Amigos de Fontcalent" de El Rebolledo.
Els Racons en 1981 con la Sierra Fontcalent detrás. Perfecto Arjones. Cedida por la "AVV Amigos de Fontcalent" de El Rebolledo.
Fernando Huesca, vecino de El Rebolledo, que vivió algunos años en la vecina finca de "La Solana" contaba en 2017 algunos recuerdos fugaces sobre "Els Racons".
En el siempre interesante blog "Rutas y Vericuetos", su autor Sergio Gez recopila la siguiente información sobre el pasado de la heredad:
En la vertiente sureste de la sierra se encontraba la Finca Els Racóns en el paraje del Rincón de los Santos. A mediados del siglo XVIII la finca era de Jose Santo y paso posteriormente a manos de Juan Bouligny ante el impago de una deuda. Santo vendió a Bouligny su hipotecada hacienda de Fuencaliente el día de Nochebuena de 1743 denominada Els Racons "de 78 jornales y medio de secano, con algunos árboles, casa algo derruida, corral de ganado y demas anexos, cargada con dos censos decapital de 120 y 40 libras por precio del saldo pendiente; es decir, por 561libras y 5 sueldos". Unos días mas tarde Bouligny vendería de nuevo la finca al mencionado Jose Santo por 1.075 libras en que fue justipreciada.
A finales del siglo XIX, José Carlos Aguilera compra la Hacienda denominada "Rincón de Santos" o "Els Racons" a su propietario Tomás Colubi de una extensión de371 tahúllas, plantada de viña y era de pan trillar por un precio de 16.250 pesetas.
Otros propietarios posteriores fueron Tomas Colubi y Pellie, Miguel Pastor Antón y su hija Dometila Pastor.
La propia Dometila Pastor Tortosa nos cuenta su experiencia en Els Racons, gracias al valioso documento, que en el pregón de 2012 de las Fiestas de Fontcalent, nos regalaron Adrián, David y Pedro de "Lo Castelló".
Vidas sencillas, adaptadas al secarral alicantino de almazara y aljibe. Estamos a una generación de esas raíces que ahora nos parecen tan profundas. Valga esta pequeña muestra de arqueología de los recuerdos, para que la memoria perdure aún por entre "los rincones".
Emilio Rosillo Parra
Agradecimientos:
- Fernando Huesca, in memoriam, 1927-2019.
- Pregón de Fiestas de la Partida Fontcalent, 2012.
- Perfecto Arjones, por dejar constancia.
- Sergio Gez, por su imprescindible blog "Rutas y Vericuetos".
- AVV "Amigos de Fontcalent de El Rebolledo", por la cesión de las fotos de P. Arjones.
En 2012, tras hollar el Posets, dijimos que volveríamos a Pirineos, pero no nos imaginábamos que iban a pasar 10 años...! Las responsabilidades familiares y otros compromisos fueron retrasando
esta cita, pero finalmente y de forma un tanto inesperada, al fin saldamos
nuestra deuda en el puente de Todos los Santos de 2022!...
Como siempre dejé en manos de Juan la organización la ruta. Eso
siempre significa que el viaje tendrá unas altas dosis de improvisación, algo
en lo que ambos nos movemos con soltura y que permite que el viaje te
sorprenda.... pero quizá no tanto como en esta ocasión.
Los dos habíamos dicho en varias ocasiones que queríamos probar La
Faja de la Flores, aunque yo no sabía muy bien lo que implicaba. Cuando me pasó
un enlace a un video de la ruta me pareció algo bastante más arriesgado de lo
que habíamos hecho hasta ese momento en Pirineos (y mira que hicimos bastantes
locuras...). La verdad es que aunque no dije nada, dejaba una puerta abierta a
la retirada deshonrosa de última hora.... y así llegó el día de partida.
Salimos sobre las 4 de la tarde a las 10 de la noche ya estábamos en
Torla, la autovía Mudéjar ha puesto los Pirineos a tiro de Piedra de media
España. Decidimos dejar la Faja para el domingo y el sábado, para estirar las
piernas, nos dimos una vuelta por el siempre encantador Valle de Bujaruelo.
Bujaruelo
Salimos de Torla hacia el Norte, y tras cruzar el Puente de los
Navarros nos adentramos en este precioso Valle que tantos recuerdos nos traía.
Aparcamos en San Nicolás de Bujaruelo y una vez atravesado el puente románico,
remontamos el Ara sin rumbo fijo.
Puente románico de Bujaruelo
A finales de octubre el
otoño es muy patente en Bujaruelo y el dosel de caducifolias luce espectacular,
con todos los tonos posibles entre el rojo y el amarillo.
En uno de los cruces del
camino, decimos torcer hacia el Valle de Ordiso. Para ello, abandonamos el
camino que cruza el Ara por el puente de Oncins
y continúa hasta el Valle de Otal. A cambio, nos adentrarnos por el bosquete que
sube paralelo al Ara, y que a partir de
aquí se va encajonando bastantes metros por debajo. Después de un
prolongado repecho (se notan los años y los meses de inactividad…) llegamos a
al Salto del Pich, una bonita cascada que cruza el camino.
Salto del Pich
Continuamos remontando
el Ara, alternando claros y tramos de bosque, el lecho de hojas mojadas hace el
camino muy agradable. De repente se mueve aire y empiezan a caer nuevas hojas
sobre nosotros, acostumbrados al desierto levantino, el espectáculo es
maravilloso.
De repente el camino
desciende, pasamos por el refugio de pastores del Vado, en la confluencia del
Río Ordiso con el Ara, un poco más adelante, el pequeño puente de Ordiso da
acceso a dicho valle que sale al oeste.
Puente de Ordiso
Nosotros, fieles al
Ara, seguimos al Norte, buscando los pies del Vignemale que ya empieza a asomar
con su coronilla nevada. Continuamos un par de kilómetros más hasta el Puente
de Abé, ahí la tarde comienza a echársenos encima y decidimos regresar. No sin
antes planificar, para otra ocasión, una ruta circular de acometida al
Vignemale y bla, bla, bla…
Valle de Bujaruelo, junto al Río Ara y el Vignemale al fondo.
Retornamos por el mismo
camino, pero esta vez cruzamos el puente de Oncins, para regresar a Bujaruelo
por el margen contrario del Ara. Nos detenemos a descansar en el puente y nos
lamentamos de no estar en Agosto para darnos un remojón en sus cristalinas
aguas turquesa.
Río Ara desde el Puente de Oncins
Río Ara desde el Puente de Oncins
Cerca de San Nicolás nos
encontramos con el autóctono tritón pirenaico (Calotriton asper) y un par de larvas. Al anochecer llegamos a
Torla, más cansados de lo previsto pero con la retina (más que la tarjeta)
llena de bellas imágenes.
Tritón pirenaico Calotriton asper
Río Ara, Valle de Bujaruelo
Faja de las Flores
A las siete salía el
primer autobús desde Torla hacia la Pradera de Ordesa, a pesar de llegar con 20
minutos de antelación, nos tocó hacer cola para los tickets y coger el segundo
autobús. Durante los puentes, Ordesa se masifica y pierde mucho de su encanto.
En media hora estábamos en la pradera, al pasar frente a la cafetería
comprobamos sorprendidos que a esas hora ya estaba llena... normal, era
domingo…
Pradera de Ordesa
Para nuestra ruta de la
Faja de las Flores, elegimos subir por el Circo de Carriata, por lo que hay
volver un trecho por donde hemos venido con el bus y torcer hacia el norte. El
sendero penetra en el bosque, que al principio es de pinos y boj, y de escasa
pendiente. Pero enseguida empieza a empinarse, y aquí y allá van apareciendo
las caducifolias.
Avanzamos a buen paso, admirando la belleza del sendero. Tras
una hora de duro ascenso, el bosque se va abriendo, y nos permite ver el arco
de piedra que se abre frente al Valle de Ordesa, y que forma el Circo de
Carriata. Destaca al oeste el Tozal de Mayo, un espolón de piedra caliza que se
alza orgulloso hacia el cielo, frente a nosotros paredes verticales de piedra y
canchales con matorral a sus pies, al este la Punta Gallinero.
Tozal de Mayo y Circo de Carriata
Cruzamos el hilo
de agua que atraviesa el Barranco de Salarons y continuamos el zigzagueo ascendente.
A la derecha sale una variante hacia la Faja Racón, un balcón intermedio que se
asoma también a Ordesa, desde las alturas, pero nosotros vamos al ático.
Circo de Carriata hacia el paso de Clavijas, al fondo
La ruta debía salvar un
último desnivel para llegar a coronar el circo, y había dos alternativas, dar
un rodeo más largo por una fajeta o una trepa más directa por las Clavijas de
Carriata. Fuimos por éstas últimas, un par de tramos de trepada bastante
verticales, pero que al estar equipados con clavijas, superamos sin demasiadas
dificultades. En este punto la fisionomía del paisaje ha cambiado por completo,
apenas hay vegetación, hemos ascendido más de 1100 metros, para alcanzar los
2400, la austeridad alpina contrasta con la exuberancia del valle. Estábamos en
la parte superior del circo, justo debajo de La Faja de las Flores. Para acceder
a ésta aún tuvimos que subir algunas decenas de metros más y pasar por detrás de
un saliente rocoso.
Circo de Carriata, una vez pasadas las clavijas.
Circo de Carriata, una vez pasadas las clavijas.
Fin del Circo de Carriata y comienzo de la Faja de las Flores
Enseguida nos
encontramos con el sendero que se encarama en dicho saliente, y se dirige al
borde del circo hacia el inicio del famoso sendero. La Faja de las Flores
resulta ser un recorrido que la naturaleza ha labrado en lo alto del Valle de
Ordesa. La erosión ha socavado un estrato rocoso más blando que los adyacentes,
y ha creado un espacio por el que progresar bordeando el acantilado. Habíamos
oído que era una ruta muy aérea y la verdad es que los comentarios se quedan
cortos. Es totalmente vertiginosa, ya que en algunos puntos el precipicio queda
a pocos centímetros del sendero y la sensación de riesgo es elevada. Sobre todo
cuando adelantas la vista y ves por donde debes discurrir. No obstante, hay que
reconocer que una vez que comienzas a caminar, la sensación de inseguridad va
desvaneciéndose, es un sendero muy pisado y más amplio de lo que parece en
principio.
Avanzamos entre
cascotes y derrubios, disfrutando de las impresionantes vistas del valle.
ElRío Arazas serpentea unos mil metros
allá abajo. Las laderas de Ordesa lucen impresionantes, con todo el esplendor
del otoño. La Faja discurre por la parte alta de los farallones calizos de
Ordesa, retorciéndose durante más de 3 kilómentros. De repente, tras torcer uno
de los varios recodos, el sendero vira al norte y las vistas se abren hacia el
Circo de Cotatuero.
Circo de Cotatuero
Una nueva gradería circular de roca se abre ante nosotros, labrada por la Cascada de Cotatuero que socava el terreno. El paisaje se amplifica, y ahora podemos ver el horizonte que antes nos tapaba la propia Faja, dejando a la vista las reconocibles siluetas del Taillón, la Brecha de Roldán y las tres Sorores (Cilindro, Pico Añisclo y el Monte Perdido, todos nevados).
Cilindro de Marboré, Monte Perdido y Pico Añisclo
Monte Perdido
El camino nos lleva
hacia la propia cascada, destrepando por un penoso y largo canchal, pero
avanzamos rápido y pronto estamos a los pies del arroyo. Numerosos saltos y
pequeñas pozas se van sucediendo hasta derramarse en un gran salto de decenas
de metros hacia la pradera.
Nuestro camino va unido al del agua, y bajamos por
unos escalones de roca junto al cauce, que tuercen hacia una repisa de piedra
de escasa anchura. La repisa se acaba y comienza la pared vertical, estamos
ante el famoso paso de las Clavijas de Cotatuero. Se trata de una sucesión de clavos para pies y manos sujetos a la pared rocosa,
que instalados durante unos 70 metros
(en total), hacen posible el descenso por este tramo tan vertical. Al parecer
las instalaron dos herreros de Torla en 1881 a petición de un cazador inglés, que
por lo visto, quería ahorrar tiempo en el ascenso al los prados de Cotatuero,
para rentabilizar la caza. Se cuenta que el cazador nunca llegó a usarlas, pero
sin duda los senderistas pirenaicos le agradecemos profundamente su encargo.
No había vuelta atrás,
debíamos atravesar la famosa vía ferrata para concluir la ruta. Empezó Juan,
que tenía más experiencia que yo con el arnés y los disipadores y enseguida
terminó el primer tramo. Descendiendo, se empieza por el sector más expuesto, en el que debemos
apoyar los pies en las vetustas clavijas. Para las manos hay unas clavijas más
pequeñas y un cable de seguridad para los disipadores.
A continuación pasé yo,
con más vergüenza torera que convencimiento, la verdad sea dicha… Pero lo
cierto es que una vez que empiezas a cruzar, te centras en el ritual de
traslado de los ganchos y apenas te fijas en la verticalidad del tramo. En un
momento estaba en la primera repisa y comenzaba el segundo tramo. Aquí pisas
menos clavijas y más roca, la adherencia es muy buena y lo hacemos con rapidez
y limpieza, hasta se podría decir que disfrutando del momento (… tampoco te
pases!). Finalizado el tramo horizontal, se acaba el cable de seguridad y
llegamos a otra repisa más amplia que permite que nos guardemos los disipadores
para afrontar el último tramo de clavijas, esta vez sin cable de seguridad.
Pero tampoco hace falta, se trata de un destrepe por una chimenea de roca de
unos siete metros. Es bastante sencillo, con puntos muy claros donde apoyar pies
y manos, pero suele estar mojado porque el agua gotea desde arriba (no olvidemos
que estamos junto a la cascada que ruge cerca), así que la presencia de
clavijas, también aquí, está justificada. Realizamos el destrepe sin mayores
problemas, nos quitamos los arneses y una buena ración de tensión de encima,
hemos cruzado el mítico paso.
Bebemos y comemos algo
y charlamos con unos amiguetes maños con los que compartimos descenso. Enseguida
nos ponemos en marcha, seguimos destrepando un trecho más, aunque con mucha
menos verticalidad y riesgo que antes, y enseguida llegamos al pie del bosque.
Al principio es un bosquete despejado de pinos, que nos permite ver el valle al
fondo y el camino por donde discurre el agua de la cascada hacia la pradera.
Pronto el bosque se va cerrando y da paso a las caducifolias que tapizan de
nuevo el suelo. Progresamos despacio, entre el cansancio y las ganas de
disfrutar del tramo de espesura. Vemos algunos sarrios (Rupicapra pyrenaica) entre la fronda, y alguno más confiado se deja
fotografiar. En un recodo del camino nos acercamos al torrente de aguas bravas
que aquí se remansan, decidimos parar a remojarnos los pies. Nuestro límite de
tolerancia al agua helada de octubre es de 10 segundos, así que tras el “baño
reparador” continuamos hacia la pradera. Llegamos a ésta unas 7 horas después
del haber iniciado el círculo. Satisfechos tras una ruta memorable.
Sarrio (Rupicapra pyrenaica)
Pradera de Ordesa
Vídeo resumen de la ruta.
Torla
Por la tarde-noche,
damos una vuelta nocturna por Torla. A pesar de haber estado varias veces,
sabemos poco de este pueblo y aprovechamos para descubrir algo de su historia.
Al parecer el nombre proviene de las torres defensivas que tenía el pueblo, y
de las que hoy solo prevalece una. Al estar en un paso fronterizo, estaba
frecuentemente expuesto a ataques franceses y en el pasado estuvo totalmente
fortificada. Junto a la Torre, y sobre la peña en la que se asienta el pueblo,
quedan también los restos de un castillo que hoy es museo etnológico.
Torla. Torre y Museo etnológico a la derecha.
Bosque de la Pardina del Señor
El día siguiente para “estirar las piernas” tras el palizón fajero
(fueron unos 2300 metros de desnivel acumulado…). Decidimos darnos una vuelta
por el Bosque de la Pardina del Señor, en la cercana localidad de Fanlo. El
sendero sigue un tramo del GR-15 entre Fanlo y Buesa, comenzando en la carretera
HU-631 y desciende unos doscientos metros hasta el Barranco del Chate.
Bosque de la Pardina del Señor
Barranco del Chate
El
bosque está espectacular en esta época, mostrando todo su potencial cromático.
Nos cruzamos con arces, hayas, fresnos, robles, serbales, tilos, castaños y
álamos ya cerca del barranco. Yo decido quedarme en el barranco a echar un
vistazo por el cauce y encuentro varias ranas pirenaicas (Rana pyernaica) especie que hasta ahora se me había resistido en visitas
previas, y un tritón pirenaico (Calotriton
asper) buscando comida en una pequeña poza.
Tritón pirenaico (Calotriton asper)
Rana pirenaica (Rana pyrenaica)
Juan siguió el sendero
hasta llegar a otro barranco (Barranco d’Ixos) y las ruinas de la Pardina
Ballarín o Pardina del Señor, donde se dio la vuelta y regresamos.
Pardina del Señor
Broto
De vuelta al
alojamiento, paramos en Broto para contemplar la Cascada de Sorrosal. Un
magnífico salto de agua muy cerca de la localidad que tampoco conocía. Resultó
ser un rincón muy pintoresco, con una geología muy interesante. En las abruptas
paredes de la cascada había instalada una vía ferrata, pero yo ya había tenido
bastante, quizá para otra ocasión…
Cascada de Sorrosal
De camino a la comida
en Buesa, paramos de nuevo en Broto y echamos un vistazo a su sobrecogedora
Torre de la Carcel. Esa tarde daban lluvia y se cumplió, así que volvimos y nos pusimos a cubierto, justo a tiempo…
Torre de la Cárcel. Broto
Ordesa por Turieto Bajo
Al día siguiente
retornábamos para Alicante, pero decidimos aprovechar la mañana con otra ruta
de las que Juan considera “light” y que a mí no me lo pareció tanto (sobre todo
por la inactividad previa y por la carga acumulada..). Hicimos el camino
antiguo de Ordesa, yendo desde Torla hasta la Pradera por la Selva de Turieto. La
verdad es que es una ruta preciosa, que sube de forma suave pero continua hasta
un desnivel de unos 400 metros.
Comenzamos a las
afueras de Torla, a la altura del Barranco Repetruso y desde ahí bajamos hasta
el Puente de la Glera. Nada más cruzarlo, tomamos a la izquierda el sendero de
Turieto, que ya no dejaremos hasta la Pradera. El camino va paralelo al Ara,
sumando cota y dejando el río allá abajo. El sendero va hacia el norte, hasta
que gira bruscamente al oeste buscando Ordesa, a esa altura el Arazas se une al
Ara, dejando el puente de los Navarros unos metros aguas arriba.
Puente de la Glera, Torla
El trasiego de autobuses
que suben a Ordesa es menor que en días anteriores y la carretera está desierta.
Nada más cambiar el valle del Ara por el del Arazas, nos encontramos con la
Cascada del Molinieto, que se ve muy profunda muchos metros por debajo del
sendero. Más adelante el camino desciende y sí podemos acercarnos a otros
saltos de agua, como el de Tamborrotera y Abetos.
Cascada de los Abetos
Por fin el sendero se
suaviza y caminamos cómodamente junto al río sobre un manto de hojas. Llegamos primero al puente del monumento a
Lucien Briet (benefactor y propulsor del
Parque Nacional de Ordesa) y por fin el Puente de las Fuentes, antesala de la
Pradera y por tanto de Ordesa.
Puente del monumento a Lucien Briet
Tozal de Mayo, Circo de Carriata y Punta Gallinero desde Turieto.
Puente de la Fuentes
Río Arazas bajo el Puente de las Fuentes. Antesala de Ordesa.
Aquí nos damos media
vuelta para desandar lo andado. A la vuelta decidimos variar y cogemos el
desvío al Puente de los Navarros, el sendero desciende hasta el Arazas que se
salva atravesando el puente homónimo. Desde ahí una pequeña subida hasta al
Puente de los Navarros (el nuevo y el viejo, en ruinas), y truena el Ara, que fluye por debajo procedente
de Bujaruelo. Desde ahí un pequeño paseo hasta el coche, después las
inevitables 6 horas que nos separan del desierto alicantino.
Puente Arazas sobre el Río Homónimo.
Puente de los Navarros. Viejo y Nuevo.
Conclusión: es bonito
ver Pirineos fuera del verano, mejor evitar los puentes y festivos en Ordesa,
los vegetarianos lo tienen crudo por el Sobrarbe, los años pesan (pero las
viejas artroscopias resisten), no es lo mismo conocer el camino que andar el
camino….