sábado, 29 de octubre de 2022

Pirineos 2022 - Ordesa, Faja de las Flores.

En 2012, tras hollar el Posets, dijimos que volveríamos a Pirineos, pero no nos imaginábamos que iban a pasar 10 años...! Las responsabilidades familiares y otros compromisos fueron retrasando esta cita, pero finalmente y de forma un tanto inesperada, al fin saldamos nuestra deuda en el puente de Todos los Santos de 2022!...

Como siempre dejé en manos de Juan la organización la ruta. Eso siempre significa que el viaje tendrá unas altas dosis de improvisación, algo en lo que ambos nos movemos con soltura y que permite que el viaje te sorprenda.... pero quizá no tanto como en esta ocasión.

Los dos habíamos dicho en varias ocasiones que queríamos probar La Faja de la Flores, aunque yo no sabía muy bien lo que implicaba. Cuando me pasó un enlace a un video de la ruta me pareció algo bastante más arriesgado de lo que habíamos hecho hasta ese momento en Pirineos (y mira que hicimos bastantes locuras...). La verdad es que aunque no dije nada, dejaba una puerta abierta a la retirada deshonrosa de última hora.... y así llegó el día de partida.

Salimos sobre las 4 de la tarde a las 10 de la noche ya estábamos en Torla, la autovía Mudéjar ha puesto los Pirineos a tiro de Piedra de media España. Decidimos dejar la Faja para el domingo y el sábado, para estirar las piernas, nos dimos una vuelta por el siempre encantador Valle de Bujaruelo.

Bujaruelo

Salimos de Torla hacia el Norte, y tras cruzar el Puente de los Navarros nos adentramos en este precioso Valle que tantos recuerdos nos traía. Aparcamos en San Nicolás de Bujaruelo y una vez atravesado el puente románico, remontamos el Ara sin rumbo fijo.

Puente románico de Bujaruelo

A finales de octubre el otoño es muy patente en Bujaruelo y el dosel de caducifolias luce espectacular, con todos los tonos posibles entre el rojo y el amarillo.


En uno de los cruces del camino, decimos torcer hacia el Valle de Ordiso. Para ello, abandonamos el camino que cruza el Ara por el puente de Oncins  y continúa hasta el Valle de Otal.  A cambio, nos adentrarnos por el bosquete que sube paralelo al Ara,  y que a partir de aquí se va encajonando bastantes metros por debajo. Después de un prolongado repecho (se notan los años y los meses de inactividad…) llegamos a al Salto del Pich, una bonita cascada que cruza el camino. 

Salto del Pich
Continuamos remontando el Ara, alternando claros y tramos de bosque, el lecho de hojas mojadas hace el camino muy agradable. De repente se mueve aire y empiezan a caer nuevas hojas sobre nosotros, acostumbrados al desierto levantino, el espectáculo es maravilloso.

De repente el camino desciende, pasamos por el refugio de pastores del Vado, en la confluencia del Río Ordiso con el Ara, un poco más adelante, el pequeño puente de Ordiso da acceso a dicho valle que sale al oeste.

Puente de Ordiso

Nosotros, fieles al Ara, seguimos al Norte, buscando los pies del Vignemale que ya empieza a asomar con su coronilla nevada. Continuamos un par de kilómetros más hasta el Puente de Abé, ahí la tarde comienza a echársenos encima y decidimos regresar. No sin antes planificar, para otra ocasión, una ruta circular de acometida al Vignemale y bla, bla, bla…

Valle de Bujaruelo, junto al Río Ara y el Vignemale al fondo.

Retornamos por el mismo camino, pero esta vez cruzamos el puente de Oncins, para regresar a Bujaruelo por el margen contrario del Ara. Nos detenemos a descansar en el puente y nos lamentamos de no estar en Agosto para darnos un remojón en sus cristalinas aguas turquesa.

Río Ara desde el Puente de Oncins

Río Ara desde el Puente de Oncins

Cerca de San Nicolás nos encontramos con el autóctono tritón pirenaico (Calotriton asper) y un par de larvas. Al anochecer llegamos a Torla, más cansados de lo previsto pero con la retina (más que la tarjeta) llena de bellas imágenes.

Tritón pirenaico Calotriton asper

Río Ara, Valle de Bujaruelo

Faja de las Flores

A las siete salía el primer autobús desde Torla hacia la Pradera de Ordesa, a pesar de llegar con 20 minutos de antelación, nos tocó hacer cola para los tickets y coger el segundo autobús. Durante los puentes, Ordesa se masifica y pierde mucho de su encanto. En media hora estábamos en la pradera, al pasar frente a la cafetería comprobamos sorprendidos que a esas hora ya estaba llena... normal, era domingo…

Pradera de Ordesa

Para nuestra ruta de la Faja de las Flores, elegimos subir por el Circo de Carriata, por lo que hay volver un trecho por donde hemos venido con el bus y torcer hacia el norte. El sendero penetra en el bosque, que al principio es de pinos y boj, y de escasa pendiente. Pero enseguida empieza a empinarse, y aquí y allá van apareciendo las caducifolias. 


Avanzamos a buen paso, admirando la belleza del sendero. Tras una hora de duro ascenso, el bosque se va abriendo, y nos permite ver el arco de piedra que se abre frente al Valle de Ordesa, y que forma el Circo de Carriata. Destaca al oeste el Tozal de Mayo, un espolón de piedra caliza que se alza orgulloso hacia el cielo, frente a nosotros paredes verticales de piedra y canchales con matorral a sus pies, al este la Punta Gallinero. 

Tozal de Mayo y Circo de Carriata
Cruzamos el hilo de agua que atraviesa el Barranco de Salarons y continuamos el zigzagueo ascendente. A la derecha sale una variante hacia la Faja Racón, un balcón intermedio que se asoma también a Ordesa, desde las alturas, pero nosotros vamos al ático.

Circo de Carriata hacia el paso de Clavijas, al fondo

La ruta debía salvar un último desnivel para llegar a coronar el circo, y había dos alternativas, dar un rodeo más largo por una fajeta o una trepa más directa por las Clavijas de Carriata. Fuimos por éstas últimas, un par de tramos de trepada bastante verticales, pero que al estar equipados con clavijas, superamos sin demasiadas dificultades. En este punto la fisionomía del paisaje ha cambiado por completo, apenas hay vegetación, hemos ascendido más de 1100 metros, para alcanzar los 2400, la austeridad alpina contrasta con la exuberancia del valle. Estábamos en la parte superior del circo, justo debajo de La Faja de las Flores. Para acceder a ésta aún tuvimos que subir algunas decenas de metros más y pasar por detrás de un saliente rocoso.

Circo de Carriata, una vez pasadas las clavijas.

Circo de Carriata, una vez pasadas las clavijas.


Fin del Circo de Carriata y comienzo de la Faja de las Flores

Enseguida nos encontramos con el sendero que se encarama en dicho saliente, y se dirige al borde del circo hacia el inicio del famoso sendero. La Faja de las Flores resulta ser un recorrido que la naturaleza ha labrado en lo alto del Valle de Ordesa. La erosión ha socavado un estrato rocoso más blando que los adyacentes, y ha creado un espacio por el que progresar bordeando el acantilado. Habíamos oído que era una ruta muy aérea y la verdad es que los comentarios se quedan cortos. Es totalmente vertiginosa, ya que en algunos puntos el precipicio queda a pocos centímetros del sendero y la sensación de riesgo es elevada. Sobre todo cuando adelantas la vista y ves por donde debes discurrir. No obstante, hay que reconocer que una vez que comienzas a caminar, la sensación de inseguridad va desvaneciéndose, es un sendero muy pisado y más amplio de lo que parece en principio.




Avanzamos entre cascotes y derrubios, disfrutando de las impresionantes vistas del valle. El  Río Arazas serpentea unos mil metros allá abajo. Las laderas de Ordesa lucen impresionantes, con todo el esplendor del otoño. La Faja discurre por la parte alta de los farallones calizos de Ordesa, retorciéndose durante más de 3 kilómentros. De repente, tras torcer uno de los varios recodos, el sendero vira al norte y las vistas se abren hacia el Circo de Cotatuero.

Circo de Cotatuero

Una nueva gradería circular de roca se abre ante nosotros, labrada por la Cascada de Cotatuero que socava el terreno. El paisaje se amplifica, y ahora podemos ver el horizonte que antes nos tapaba la propia Faja, dejando a la vista las reconocibles siluetas del Taillón, la Brecha de Roldán y las tres Sorores (Cilindro, Pico Añisclo y el Monte Perdido, todos nevados).


Cilindro de Marboré, Monte Perdido y Pico Añisclo

Monte Perdido

El camino nos lleva hacia la propia cascada, destrepando por un penoso y largo canchal, pero avanzamos rápido y pronto estamos a los pies del arroyo. Numerosos saltos y pequeñas pozas se van sucediendo hasta derramarse en un gran salto de decenas de metros hacia la pradera. 








Nuestro camino va unido al del agua, y bajamos por unos escalones de roca junto al cauce, que tuercen hacia una repisa de piedra de escasa anchura. La repisa se acaba y comienza la pared vertical, estamos ante el famoso paso de las Clavijas de Cotatuero.  Se trata de una sucesión de clavos  para pies y manos sujetos a la pared rocosa, que instalados durante unos  70 metros (en total), hacen posible el descenso por este tramo tan vertical. Al parecer las instalaron dos herreros de Torla en 1881 a petición de un cazador inglés, que por lo visto, quería ahorrar tiempo en el ascenso al los prados de Cotatuero, para rentabilizar la caza. Se cuenta que el cazador nunca llegó a usarlas, pero sin duda los senderistas pirenaicos le agradecemos profundamente su encargo.

No había vuelta atrás, debíamos atravesar la famosa vía ferrata para concluir la ruta. Empezó Juan, que tenía más experiencia que yo con el arnés y los disipadores y enseguida terminó el primer tramo. Descendiendo, se empieza por  el sector más expuesto, en el que debemos apoyar los pies en las vetustas clavijas. Para las manos hay unas clavijas más pequeñas y un cable de seguridad para los disipadores.

A continuación pasé yo, con más vergüenza torera que convencimiento, la verdad sea dicha… Pero lo cierto es que una vez que empiezas a cruzar, te centras en el ritual de traslado de los ganchos y apenas te fijas en la verticalidad del tramo. En un momento estaba en la primera repisa y comenzaba el segundo tramo. Aquí pisas menos clavijas y más roca, la adherencia es muy buena y lo hacemos con rapidez y limpieza, hasta se podría decir que disfrutando del momento (… tampoco te pases!). Finalizado el tramo horizontal, se acaba el cable de seguridad y llegamos a otra repisa más amplia que permite que nos guardemos los disipadores para afrontar el último tramo de clavijas, esta vez sin cable de seguridad. Pero tampoco hace falta, se trata de un destrepe por una chimenea de roca de unos siete metros. Es bastante sencillo, con puntos muy claros donde apoyar pies y manos, pero suele estar mojado porque el agua gotea desde arriba (no olvidemos que estamos junto a la cascada que ruge cerca), así que la presencia de clavijas, también aquí, está justificada. Realizamos el destrepe sin mayores problemas, nos quitamos los arneses y una buena ración de tensión de encima, hemos cruzado el mítico paso.

Bebemos y comemos algo y charlamos con unos amiguetes maños con los que compartimos descenso. Enseguida nos ponemos en marcha, seguimos destrepando un trecho más, aunque con mucha menos verticalidad y riesgo que antes, y enseguida llegamos al pie del bosque. Al principio es un bosquete despejado de pinos, que nos permite ver el valle al fondo y el camino por donde discurre el agua de la cascada hacia la pradera. 


Pronto el bosque se va cerrando y da paso a las caducifolias que tapizan de nuevo el suelo. Progresamos despacio, entre el cansancio y las ganas de disfrutar del tramo de espesura. Vemos algunos sarrios (Rupicapra pyrenaica) entre la fronda, y alguno más confiado se deja fotografiar. En un recodo del camino nos acercamos al torrente de aguas bravas que aquí se remansan, decidimos parar a remojarnos los pies. Nuestro límite de tolerancia al agua helada de octubre es de 10 segundos, así que tras el “baño reparador” continuamos hacia la pradera. Llegamos a ésta unas 7 horas después del haber iniciado el círculo. Satisfechos tras una ruta memorable.


Sarrio (Rupicapra pyrenaica)




Pradera de Ordesa

 
Vídeo resumen de la ruta.

Torla

Por la tarde-noche, damos una vuelta nocturna por Torla. A pesar de haber estado varias veces, sabemos poco de este pueblo y aprovechamos para descubrir algo de su historia. Al parecer el nombre proviene de las torres defensivas que tenía el pueblo, y de las que hoy solo prevalece una. Al estar en un paso fronterizo, estaba frecuentemente expuesto a ataques franceses y en el pasado estuvo totalmente fortificada. Junto a la Torre, y sobre la peña en la que se asienta el pueblo, quedan también los restos de un castillo que hoy es museo etnológico.

Torla. Torre y Museo etnológico a la derecha.



Bosque de la Pardina del Señor

El día siguiente para  “estirar las piernas” tras el palizón fajero (fueron unos 2300 metros de desnivel acumulado…). Decidimos darnos una vuelta por el Bosque de la Pardina del Señor, en la cercana localidad de Fanlo. El sendero sigue un tramo del GR-15 entre Fanlo y Buesa, comenzando en la carretera HU-631 y desciende unos doscientos metros hasta el Barranco del Chate. 


Bosque de la Pardina del Señor

Barranco del Chate

El bosque está espectacular en esta época, mostrando todo su potencial cromático. Nos cruzamos con arces, hayas, fresnos, robles, serbales, tilos, castaños y álamos ya cerca del barranco. Yo decido quedarme en el barranco a echar un vistazo por el cauce y encuentro varias ranas pirenaicas (Rana pyernaica) especie que hasta ahora se me había resistido en visitas previas, y un tritón pirenaico (Calotriton asper) buscando comida en una pequeña poza.

Tritón pirenaico (Calotriton asper)

Rana pirenaica (Rana pyrenaica)
Juan siguió el sendero hasta llegar a otro barranco (Barranco d’Ixos) y las ruinas de la Pardina Ballarín o Pardina del Señor, donde se dio la vuelta y regresamos.

Pardina del Señor


Broto

De vuelta al alojamiento, paramos en Broto para contemplar la Cascada de Sorrosal. Un magnífico salto de agua muy cerca de la localidad que tampoco conocía. Resultó ser un rincón muy pintoresco, con una geología muy interesante. En las abruptas paredes de la cascada había instalada una vía ferrata, pero yo ya había tenido bastante, quizá para otra ocasión…

Cascada de Sorrosal
De camino a la comida en Buesa, paramos de nuevo en Broto y echamos un vistazo a su sobrecogedora Torre de la Carcel. Esa tarde daban lluvia y se cumplió, así que volvimos y  nos pusimos a cubierto, justo a tiempo…

Torre de la Cárcel. Broto

Ordesa por Turieto Bajo

Al día siguiente retornábamos para Alicante, pero decidimos aprovechar la mañana con otra ruta de las que Juan considera “light” y que a mí no me lo pareció tanto (sobre todo por la inactividad previa y por la carga acumulada..). Hicimos el camino antiguo de Ordesa, yendo desde Torla hasta la Pradera por la Selva de Turieto. La verdad es que es una ruta preciosa, que sube de forma suave pero continua hasta un desnivel de unos 400 metros.

Comenzamos a las afueras de Torla, a la altura del Barranco Repetruso y desde ahí bajamos hasta el Puente de la Glera. Nada más cruzarlo, tomamos a la izquierda el sendero de Turieto, que ya no dejaremos hasta la Pradera. El camino va paralelo al Ara, sumando cota y dejando el río allá abajo. El sendero va hacia el norte, hasta que gira bruscamente al oeste buscando Ordesa, a esa altura el Arazas se une al Ara, dejando el puente de los Navarros unos metros aguas arriba.

Puente de la Glera, Torla


El trasiego de autobuses que suben a Ordesa es menor que en días anteriores y la carretera está desierta. Nada más cambiar el valle del Ara por el del Arazas, nos encontramos con la Cascada del Molinieto, que se ve muy profunda muchos metros por debajo del sendero. Más adelante el camino desciende y sí podemos acercarnos a otros saltos de agua, como el de Tamborrotera y Abetos.

Cascada de los Abetos

Por fin el sendero se suaviza y caminamos cómodamente junto al río sobre un manto de hojas. Llegamos primero al puente del monumento a Lucien Briet (benefactor  y propulsor del Parque Nacional de Ordesa) y por fin el Puente de las Fuentes, antesala de la Pradera y por tanto de Ordesa.

Puente del monumento a Lucien Briet

Tozal de Mayo, Circo de Carriata y Punta Gallinero desde Turieto.

Puente de la Fuentes

Río Arazas bajo el Puente de las Fuentes. Antesala de Ordesa.

Aquí nos damos media vuelta para desandar lo andado. A la vuelta decidimos variar y cogemos el desvío al Puente de los Navarros, el sendero desciende hasta el Arazas que se salva atravesando el puente homónimo. Desde ahí una pequeña subida hasta al Puente de los Navarros (el nuevo y el viejo, en ruinas),  y truena el Ara, que fluye por debajo procedente de Bujaruelo. Desde ahí un pequeño paseo hasta el coche, después las inevitables 6 horas que nos separan del desierto alicantino.

Puente Arazas sobre el Río Homónimo.

Puente de los Navarros. Viejo y Nuevo.

Conclusión: es bonito ver Pirineos fuera del verano, mejor evitar los puentes y festivos en Ordesa, los vegetarianos lo tienen crudo por el Sobrarbe, los años pesan (pero las viejas artroscopias resisten), no es lo mismo conocer el camino que andar el camino….

Gracias Juan! Necesitaba esto…!


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